jueves, 27 de octubre de 2011

Pelea de gatos



Abuela, ¿por qué se pelean los gatos?
No sé. Porque son muy traviesos.
¿Y su abuela los defiende?
Claro.
Pues hoy, en el patio, Dalma me dijo: “Tú no eres la que manda”, y me cogió del cuello y me apretó así...
¿No me digas?
Vaya. Y se lo conté a la ´seño´ del comedor. Y me dijo que vale. Pero no le riñó.
Pues cuando yo la vea, le diré que no te vuelva a coger del cuello, que eso no se hace.
Sí, pero es que Dalma tiene una hermana que es gemela y se llama Dora, y tú no vas a saber quién es.
¿No? Bueno, pues le pregunto: ¿eres Dalma?
Pero yo sé una forma. Dalma siempre va a la izquierda de su madre.
Ah, pues ya está.
Además, es la que tiene la cara más traviesa, pero no tiene bigotes como los gatos, sino unas coletas, y te mira así... Que no se te olvide.

martes, 25 de octubre de 2011

Cuidando la Navidad

Es octubre y hace sol. En cambio, el sábado estaba lloviendo y no pudimos ir al parque a investigar. Me gusta hacer de detective, remover la tierra con un palo y buscar piñas, plumas de pájaros y piedras bonitas. Como todo estaba encharcado, nos fuimos a la tienda del chino. Me pedí una pelota pequeña, un aro grande y un dinosaurio con alas, de color morado. Al salir, nos encontramos a la jefa del comedor del cole; no la que está en mi mesa, sino la que regaña y dice: “Tú has comido muy poco”.


Cuando llegamos a casa de la abuela, jugué con el aro, pero luego me aburría. "Ah, se me ocurre una idea"...: abrí el armario, y dije: ¡Abuela, voy a sacar la Navidad !...
La Navidad estaba en una caja, toda enredada: el muñeco de nieve espachurrado, las campanas y las bolas por ahí. La Virgen , el niño y los otros, metidos en una bolsa con nudo. Ay, cuánto trabajo… La abuela me ayudó y me lo llevé todo al sofá. Puse algodones para la nieve, y arroz para la comidita de los camellos. Luego, saqué mis muñecos para que vieran la Navidad: “Tú no, que has comido muy poco”; y jugamos toda la tarde. Lo que pasa es que no encontraba el ángel que hay que colgar en el portal. "Ah, se me ocurre una idea"...
-¡Abuela! Mira qué ´chuli,´ mi dinosaurio morado en el portal de Belén, cuidando la Navidad.

viernes, 21 de octubre de 2011

Entre algodones

Hemos puesto dos lentejas en un vasito de yogur y las hemos tapado con un algodón mojado. Dice mamá que en unos días saldrán las plantitas. Mientras se lo contaba a la abuela se me escapó un eructillo.
-Abuela ¿de donde vienen los eructillos?
-Pues resulta que un poquito de aire sube por un tubito que tenemos dentro y sale por la boca.
Le dije a la abuela que quería ver ese tubito y ella enchufó el ordenador y me lo enseñó. El cuerpo por dentro es muy feo, por eso está por dentro, para que no se vea. También me enseñó el corazón y los caminitos de la sangre.
-¿Qué es esto, abuela?
-Eso es el estómago, donde llega la comida.
-Entonces, si como lentejas pasan por aquí…, por aquí…, por aquí.., y llegan al estómago ¿no?
-Sí.
-¿Y luego me crece una plantita?
-No.
-¿Por qué? ¿Porque no tengo algodones dentro?
La abuela me abrazó y me dijo que me iba a leer un cuento que había escrito, a ver si me gustaba. Me puse el cojín en la espalda y coloqué mis plantitas de lentejas a un lado de la cama, para que ellas también lo escucharan. La abuela me leyó una página, pero era cuento muy raro, porque hablaba de una lenteja que hablaba. Entonces, miré a la abuela y arrugué la nariz: “A mí no me gustaba ese cuento”. Y como ella se quedó muy seria, para que no se pusiera triste, le dije: “Abuela, otro día me lo leyes”.

jueves, 13 de octubre de 2011

Un cuento de miedo



Cuando me quedo a dormir con la abuela, siempre me cuenta un cuento. El otro día, le dije que quería uno de miedo. “¿De miedo?”... dijo ella, abriendo mucho los ojos.

-Sí, cuéntame un cuento de miedo.

-No, no. De miedo no.

-Que sí. Que los cuentos de miedo son muy divertidos.

-Vaaale.

Y me senté en la cama para escucharlo mejor. La abuela me contó que había un gato que perdió su collar en el campo y que lo buscó por todas partes sin encontrarlo. Se le hizo de noche y descubrió un castillo. "Ah, dormiré aquí y mañana seguiré buscando mi collar". Al abrir la puerta se oyó: “Ñiiiiiiih” Y la abuela y yo dijimos: "Aggggggg ¡Qué susto!", y nos abrazamos de la risa. “Huuuuu”, se escuchó dentro, y era un fantasma, pero no daba miedo, porque los fantasmas no hacen nada. En el cuento, se encendieron las ventanas con la tormenta y los truenos, y la abuela y yo gritamos de mentira. Y dijo que ya no me contaba más.


-¡Que síiiiii!.


Y como era tarde, me contó el final. Y es que el gato se durmió en la escalera y el fantasma lo tapó con su sábana para que no tuviera frío. Entonces me puse a llorar. Y cuando la abuela me preguntó, le dije que era porque el reloj de la mesita de noche me estaba mirando, y eso sí que daba miedo.