viernes, 2 de septiembre de 2011

Por los puntitos, por los puntitos...

Yo ya sabe escribir mi nombre; mira: A R O A.


Lo he aprendido pasando el lápiz por los puntitos, por los puntitos… Y como me porto bien en el cole, la seño Rosario me ha pintado en la mano una carita sonriente; se la enseñé a la abuela y se puso contenta. Pero dice mamá que si me muerdo otra vez las uñas, me compra el veneno. Hoy, le enseñé la mano y le dije: “Mami, sólo me he comido una uña, a ver si adivinas cuál”. Y la adivinó.


Tengo gusanos de seda y les estoy enseñando a escribir. Los saco de la caja y los pongo en el cuaderno, para que vayan por los puntitos, por los puntitos… Como no me hacen caso, les he pintado en la caja una carita triste. Por la tarde, la abuela y yo nos fuimos a buscar un árbol de color morera, para darle de comer a los gusanos. Hacía mucho calor y nos compramos un sombrero. Como los árboles son muy altos y muy serios, cuando llegamos a uno de los que había en la acera, yo levanté la cabeza, me quité el sombrero y le pregunté: “Árbol, ¿eres una morera?”... Me cogí la oreja y escuché: “NOoooo…”. Entonces, seguimos buscando… Hasta que, por fin, lo encontramos y le pedí, por favor, unas hojas para que comieran mis gusanos; porque las cosas se piden “por favor”, y cuando te dicen “gracias” hay que contestar: “nenada”.


Ahora, mis gusanos han fabricado una casita de seda y se han metido dentro, porque son muy traviesos y no quieren aprender. Por eso, para cuando salgan, en vez de hojas de morera les he dejado en la caja una tarea, un lápiz y hojas con letras y puntitos.

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