martes, 8 de noviembre de 2011

Mis botas de ganar


Me han comprado unas botas nuevas. Son amarillas y brillantes. Me puedo meter en los charcos y no me mojo los pies. Cuando llegué al cole, se las enseñé a Rania, y ella dijo: ¡Qué chulas! Le conté que son de la tienda donde hay un lorito en la puerta.
En el recreo, estuve jugando al pilla-pilla. Con mis botas corro mucho y siempre me salvo. Pero hay un niño que me tira del pelo y así gana él. Le di una patada con la bota, pero no me soltó. Entonces lloré, por eso Rania se puso conmigo en el comedor.
Yo tardo mucho en comer. Dice la seño que es porque me distraigo con una mosca, aunque no he visto a la mosca por allí. Rania, que es mi amiga, me ha enseñado un truco para ganar: hay que llenar la cuchara, comer, y antes de tragar, se vuelve a llenar la cuchara para que esté lista y así vas muy rápido y terminas la primera.
Voy a emplear mi truco con el niño del recreo. Si me vuelve a tirar del pelo, le doy una patada con mi bota y tendré listo el otro pie por si no me suelta y quiere ganar.

jueves, 27 de octubre de 2011

Pelea de gatos



Abuela, ¿por qué se pelean los gatos?
No sé. Porque son muy traviesos.
¿Y su abuela los defiende?
Claro.
Pues hoy, en el patio, Dalma me dijo: “Tú no eres la que manda”, y me cogió del cuello y me apretó así...
¿No me digas?
Vaya. Y se lo conté a la ´seño´ del comedor. Y me dijo que vale. Pero no le riñó.
Pues cuando yo la vea, le diré que no te vuelva a coger del cuello, que eso no se hace.
Sí, pero es que Dalma tiene una hermana que es gemela y se llama Dora, y tú no vas a saber quién es.
¿No? Bueno, pues le pregunto: ¿eres Dalma?
Pero yo sé una forma. Dalma siempre va a la izquierda de su madre.
Ah, pues ya está.
Además, es la que tiene la cara más traviesa, pero no tiene bigotes como los gatos, sino unas coletas, y te mira así... Que no se te olvide.

martes, 25 de octubre de 2011

Cuidando la Navidad

Es octubre y hace sol. En cambio, el sábado estaba lloviendo y no pudimos ir al parque a investigar. Me gusta hacer de detective, remover la tierra con un palo y buscar piñas, plumas de pájaros y piedras bonitas. Como todo estaba encharcado, nos fuimos a la tienda del chino. Me pedí una pelota pequeña, un aro grande y un dinosaurio con alas, de color morado. Al salir, nos encontramos a la jefa del comedor del cole; no la que está en mi mesa, sino la que regaña y dice: “Tú has comido muy poco”.


Cuando llegamos a casa de la abuela, jugué con el aro, pero luego me aburría. "Ah, se me ocurre una idea"...: abrí el armario, y dije: ¡Abuela, voy a sacar la Navidad !...
La Navidad estaba en una caja, toda enredada: el muñeco de nieve espachurrado, las campanas y las bolas por ahí. La Virgen , el niño y los otros, metidos en una bolsa con nudo. Ay, cuánto trabajo… La abuela me ayudó y me lo llevé todo al sofá. Puse algodones para la nieve, y arroz para la comidita de los camellos. Luego, saqué mis muñecos para que vieran la Navidad: “Tú no, que has comido muy poco”; y jugamos toda la tarde. Lo que pasa es que no encontraba el ángel que hay que colgar en el portal. "Ah, se me ocurre una idea"...
-¡Abuela! Mira qué ´chuli,´ mi dinosaurio morado en el portal de Belén, cuidando la Navidad.

viernes, 21 de octubre de 2011

Entre algodones

Hemos puesto dos lentejas en un vasito de yogur y las hemos tapado con un algodón mojado. Dice mamá que en unos días saldrán las plantitas. Mientras se lo contaba a la abuela se me escapó un eructillo.
-Abuela ¿de donde vienen los eructillos?
-Pues resulta que un poquito de aire sube por un tubito que tenemos dentro y sale por la boca.
Le dije a la abuela que quería ver ese tubito y ella enchufó el ordenador y me lo enseñó. El cuerpo por dentro es muy feo, por eso está por dentro, para que no se vea. También me enseñó el corazón y los caminitos de la sangre.
-¿Qué es esto, abuela?
-Eso es el estómago, donde llega la comida.
-Entonces, si como lentejas pasan por aquí…, por aquí…, por aquí.., y llegan al estómago ¿no?
-Sí.
-¿Y luego me crece una plantita?
-No.
-¿Por qué? ¿Porque no tengo algodones dentro?
La abuela me abrazó y me dijo que me iba a leer un cuento que había escrito, a ver si me gustaba. Me puse el cojín en la espalda y coloqué mis plantitas de lentejas a un lado de la cama, para que ellas también lo escucharan. La abuela me leyó una página, pero era cuento muy raro, porque hablaba de una lenteja que hablaba. Entonces, miré a la abuela y arrugué la nariz: “A mí no me gustaba ese cuento”. Y como ella se quedó muy seria, para que no se pusiera triste, le dije: “Abuela, otro día me lo leyes”.

jueves, 13 de octubre de 2011

Un cuento de miedo



Cuando me quedo a dormir con la abuela, siempre me cuenta un cuento. El otro día, le dije que quería uno de miedo. “¿De miedo?”... dijo ella, abriendo mucho los ojos.

-Sí, cuéntame un cuento de miedo.

-No, no. De miedo no.

-Que sí. Que los cuentos de miedo son muy divertidos.

-Vaaale.

Y me senté en la cama para escucharlo mejor. La abuela me contó que había un gato que perdió su collar en el campo y que lo buscó por todas partes sin encontrarlo. Se le hizo de noche y descubrió un castillo. "Ah, dormiré aquí y mañana seguiré buscando mi collar". Al abrir la puerta se oyó: “Ñiiiiiiih” Y la abuela y yo dijimos: "Aggggggg ¡Qué susto!", y nos abrazamos de la risa. “Huuuuu”, se escuchó dentro, y era un fantasma, pero no daba miedo, porque los fantasmas no hacen nada. En el cuento, se encendieron las ventanas con la tormenta y los truenos, y la abuela y yo gritamos de mentira. Y dijo que ya no me contaba más.


-¡Que síiiiii!.


Y como era tarde, me contó el final. Y es que el gato se durmió en la escalera y el fantasma lo tapó con su sábana para que no tuviera frío. Entonces me puse a llorar. Y cuando la abuela me preguntó, le dije que era porque el reloj de la mesita de noche me estaba mirando, y eso sí que daba miedo.

sábado, 24 de septiembre de 2011

El país de las letras



Se acabó el verano, y ya llevamos dos semanas en el cole. Estoy muy contenta, porque tenemos otra vez a la seño Ana. Además, ayer por la noche, llamé por teléfono a la abuela para decirle que ha vuelto al comedor la seño Mariquilla, que lleva botas y me pinta caritas sonrientes en la mano cuando me lo como todo.


En clase, vamos por la “mo”. La seño nos señala la m con la o y decimos ´mooo´. Entonces, nos pregunta palabras que empiecen así. Yo dije ´mochila´, y me dijo que muy bien. A mí me gusta mucho aprender a leer, pero lo que más me gusta son los rincones. Por ejemplo, la seño nos deja que juguemos un rato con la cocinita que arregló Juan Carlos, y luego dice, ´cambio de rincón´, lo recogemos todo y nos vamos a donde están los colores y los dibujos. Algunos días no hacemos los rincones, porque los niños se portan mal, y por eso nos quedamos en la mesa, aburridos.


Hoy, como es sábado, me toca con la abuela. Mamá me ha dejado que recorte letras y me las lleve para jugar. Me molestaba el flequillo y por eso levanté las tijeras y me lo corté. Pero no se va a enterar nadie; escondí los pelos en la caja con las letras y la tapé.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Alex ya no quiere ser mi novio...


─Abuela, yo no lo entiendo. Resulta que Alex me preguntó si quería ser su novia. Le dije que sí, y nos cogimos de la mano en el recreo. Luego, llegamos a la clase y me dice que no, que ya no quiere ser mi novio. Yo le digo: pero si ya te dije que sí. Y él, nada, que no quiere. Ahora no sé qué hacer (se cruza de brazos y se enfada).

─Pues, si Alex no quiere ser tu novio, no pasa nada. Te buscas otro y ya está.

─Sí, pero es que no tengo más. Hugo se come los mocos; Javi tiene un amigo y no se junta conmigo, y los otros niños dan patadas y puñetazos.

─Vaya. Pues habrá que esperar. Ahora sólo tienes cinco años y lo mejor es que disfrutes de tus amigos. Cuando seas mayor, seguro que encuentras un novio que te guste.

─¿Me puedes contar un cuento mientras soy mayor? Por ejemplo, el de la rana que no encontraba su charca.

─Claro, te contaré ese cuento.

─Abuela, ¿las ranas tienen novio?...

domingo, 11 de septiembre de 2011

Ya tengo cinco años

El Mundo de Aroa


(Segunda Parte)


Ya tengo cinco años. Los cumplí ayer, después de soplar las velas en la tarta de los Pitufos. Hicimos una fiesta y bailamos la canción de la cuchara, cucharón, tetera, azucarera, plato hondo, plato llano, cuchillito, tenedor. Merendé con mis amigos: Franchesca, Javi, Esther, Luna, Rania, Marcos, Lucas, Gloria y Claudia. También nos pintaron la cara y me hicieron muchos regalillos. A mamá le gustó el Agapornis que me regaló el abuelo, y que es un pájaro de colores que cuando se pone grande se te sube al hombro, pero no te pica ni nada, sólo quiere estar contigo. Como todavía es un bebé, mamá lo tiene que cuidar. Y yo le hablo para que me conozca.


Le he dicho a mi pájaro que mañana empieza el cole y que me tengo que levantar temprano para hacer mi cama. Yo ya sé poner bien la sábana y la colcha, aunque no le sé quitar ´los arrugos´.


Ya voy a segundo de infantil y estoy muy contenta porque este año aprederé a leer.


Como ya tengo cinco años, la abuela me explica muchas cosas. Por ejemplo, le he preguntado que de dónde viene el pipí y me ha dicho que de una bolsita que tenemos dentro y que se llena con todo el líquido que bebemos. También hemos hablado de las lágrimas, del corazón y de los riñones -que a mí me suena como "riñe". Entonces, le conté a la abuela que yo ya sé por donde salen los niños. Mi amiga Gloria me dijo que los niños nacen por el ´chominillo´.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Primera Parte



EL MUNDO DE AROA

© Mercedes Alfaya

Publicado por Editorial: "Caligrama"






































32.-Odie















Ella es así

Mi abuela me llama “tesorillo” y me ha dicho al oído que soy un cachito de cielo, por eso estoy tan contenta.

El mes que viene cumpliré dos años y ya tengo que ir pensando en cambiar los pañales por el orinal; la cuna por la camita y el cochecito de paseo por el de San Fernando (un ratito a pie, otro andando…, y el resto en brazos). También necesito un cepillo de dientes nuevo, porque me compraron uno y nos hemos hecho tan amigos que hasta limpio las botas de mi padre con él.

Dice mi abuela que como ya no pintorreo las sillas con el lápiz, ni le abro el cubo de la basura al perro para que coma lo que quiera, que me hará un bonito regalo de cumpleaños; seguro que es un cuento; mi abuela es así. No voy a hacer tarjetas, ni reservar sitio en ningún local. Yo prefiero pasar el día en casa, con mis amiguitos, enseñarles mi cuarto y ver una ´peli´ de muñecos. Mi papá nos preparará una papilla de fruta, unos batidos con pajita y unos globos de colores. También podemos hacer pompas de jabón y correr por el piso o bajarnos al jardín de la urbanización y revolcarnos en el césped. Yo creo que no hace falta mucho para pasarlo bien. He puesto una condición a mis invitados, que no traigan nada. Mi madre ya no sabe dónde meter tanto juguete, así es que… sería un derroche. Bueno, voy a mirar el calendario otra vez; ya falta muy poquito. No se cumplen dos años todos los días.

Nací el 10 de septiembre, a eso de las seis de la tarde, y dicen que mi abuela montó un pollo gordo porque ya habían pasado tres horas y no la dejaban subir al “nido”, mientras que otras familias sí que habían visto a sus niños. Y que, cuando asomé tras la mampara como un lechoncillo rojo, mi abuela se puso a llorar y me dejó un beso en los cristales. Entonces, yo hice mohines de queja porque todavía no me había acostumbrado al mundo. Luego, mi abuela se sonó la nariz y atravesó el pasillo con los ojos mojados. Seguro que estaba malita, porque dijo que no se movía de allí hasta que yo naciera y así lo hizo. Estuvo dos días durmiendo en la sala de espera del hospital hasta que, por fin, mi abuela y yo nos conocimos, hace dos años (ya mismo).

Descubriendo el mundo

En el Pingüinario de Hielo de Selwo Marina, donde trabaja mi madre, nació a finales de junio un pingüino Rey. Ella me ha contado que es muy bonito y que podré verlo cuando cumpla cuatro meses y se incorpore al resto de pingüinos. Hasta hace poco, los únicos animalitos que yo conocía, además de los perros y los gatos, eran las gallinas, los patos, los conejos y los pavos reales; los veo por las tardes cuando voy al parque de La Paloma a montarme en el tobogán. Sin embargo, ahora, he descubierto a los pingüinos que lucen muy elegantes con sus trajes de fiesta; a los delfines que bailan sobre el agua y a los leones marinos, que tienen unos bigotes grandes y aplauden cuando están contentos.

Yo creo que los delfines ya me conocen, porque cuando les tiro besos ellos saltan del agua haciendo piruetas en el aire; luego van hasta sus cuidadores en busca de caricias.

Ya me voy enterando de cómo funciona el mundo y todas las cosas bonitas que hay en él. Por ejemplo, me gusta mucho la luna, que es una pegatina blanca que hay en el cielo y que se llama “Luna”. Y las estrellas, que son como las de la sopa pero con brillo. También, me gustan las flores, aunque todavía no distingo bien los colores, pero huelen muy bien. Y los árboles, que saludan moviendo sus ramas. Lo que más me gustan son las hormigas. Las dejo pasear por mis brazos para que me hagan cosquillas y luego las llevo hasta el hormiguero para que vuelvan con su mamá. También hay cosas que no me gustan, claro, como esos bichitos que se cuelan por mi ventana y me pican en las piernas. Tampoco me gustan algunas medicinas que saben a rayos.

Por cierto, esta mañana, mi padre se ha dedicado a buscarme guardería para el invierno. Dice que ya tengo que empezar a ir al colegio para aprender las letras, como el pez que vimos en la pecera, que movía la boca diciendo: O-A, O- A. Los peces son muy listos, como yo.

Mi mamá me mima

Hoy, mi mamá me ha comprado un cuento con animalitos y muchas historias. Me ha enseñado al lobo malo que quería comerse a Caperucita y le he pintorreado la cara con un lápiz, porque no me gustaba su hocico. También he visto al patito feo, que era feo, pero luego, en la última hoja, ya se ´ponió´ guapo. Le di un besito porque quiero ser su amiga. He conocido también a Hansel y Gretel y la casita de chocolate. Yo sé por qué los engañó la bruja, porque a los niños nos gustan mucho las ´chuche´ y la bruja guardaba muchas en su casa.

Mi mamá dice que los cuentos son muy bonitos, es verdad. Cuando yo sea ´glande´ le voy a leer cuentos a mi perro, que se llama Darwin. Mamá dice que no le tire de las orejas porque puedo hacerle daño, pero a él le gusta jugar conmigo y yo lo quiero mucho.

Ah, se me olvidaba, mi mamá me ha regalado dos pollos, uno amarillo y otro azul. Son de mentira, pero los he puesto en mi cuna para que Darwin no me los quite. Muchas veces se guarda mis juguetes en su casita de perro, pero yo no me enfado, porque algunos animalitos, como Darwin, son amigos de los niños.

Bueno, dice mamá que tengo que descansar y voy a hacerle caso para que me lea más cuentos antes de dormir.

¡Qué bien! Que las mamás nos lean cuentos.

Colorín, colorado...

El lunes estuve todo el día con la abuela. A mamá se le rompió el coche y no me pudo llevar a la ´guarde´, que está muy lejos. Menos mal que la abuela descansa los lunes porque, a veces, mamá no sabe qué hacer conmigo cuando llegan estos imprevistos. Ella trabaja todo el día y papá también. Con la abuela me divierto mucho. Estuvimos en la Biblioteca, en la sala de niños. No había nadie (claro, a todas las mamás no se les rompe el coche el mismo día). Allí encontré cajones con libros de tela y otros con forma de animales. Incluso descubrí un tren con páginas que hacían: ¡chu, chu! Luego me fui al mueble de los libros sin música, ni orejas, ni ojos. La abuela se sentó en una silla bajita y yo le llevaba los cuentos, le pasaba las hojas y le señalaba los dibujos con el dedo para que ella dijera los nombres de los personajes: “El Rey León”… “Su papá”… “El malo”… “Aladín”… “El mono”… “La princesa”…

Pero el que más me gustó fue un cuento con muchos dibujos que se llamaba: “La Bella Durmiente”. La abuela me lo contó mientras yo pasaba las páginas. Me reía cuando la abuela señalaba la bruja y decía muy rápido:” ¿Por qué no me han invitado a la fiesta? ¿Por qué no me han invitado a la fiesta?” Y le hice que me lo contara otra vez… Y, otra… Y, otra… Hasta que me lo aprendí de memoria.

¿Te lo cuento?

“La sesa nació. La costó en su cuna con su chupete. Y la buja dijo: ¿po qué no manvitado a la festa? ¿Po qué no manvitado a la festa? Y la sesa se dumió. ¡Depiesta! ¡Depiesta! Y el píncipe venió con su caallo: tacatag, tacatag, tacatag. Y la ella umiente, abró los ojos. ¿queres ser mi amiga? ¿queres ser mi amiga? Sí, sí y el caallo dijo, yo tambén, yo tambén. Y, cooín, cooado, el cuento, sacabado. ¡Fiiiiiiiiiiiiiiiin!”

Ya sé lo que es casarse

La semana pasada estuve de boda; se casaba una amiga de mi madre. Yo todavía no sabía muy bien lo que significaba casarse, aunque debía de ser algo importante, porque todos andaban comprándose ropa nueva y probándose peinados en la pelu.

Cuando llegamos a la iglesia me dieron una cestita con flores y todo el mundo me miraba. La felpa me apretaba un poco, pero me aguanté, porque mi madre se pasó un buen rato intentando ajustármela para que no se me metiera el pelo en los ojos. Sonó la música y alguien me hizo un gesto para que caminara sobre la alfombra y los novios me siguieron. Luego, me sentaron en uno de los bancos de la iglesia, que yo creo que no están hechos para niños porque se me quedaban los pies colgando. Hacía mucho calor y la gente sacaba los abanicos. Yo también quería uno y escurrí el culillo para bajarme de la banca y pedirle a mamá el suyo. No calculé bien y fui a dar con la barbilla en la tabla de delante. Me hice mucho daño y por eso lloré. Mamá me sacó fuera y me curó la herida con salivilla. Y allí estuvimos hasta que salieron los novios. La gente empezó a tirar arroz en la puerta y luego pedían a los novios que se besaran. Yo derramé en el suelo todos los pétalos que tenía en la cesta porque quería llenarla de piedras; había muchas en el jardín. Un niño vestido de azul se acercó para darme un caracol que había encontrado en el macetero y, como dice mamá que hay que dar las gracias, pues también le di un beso como el de los novios, recogí un puñadito de arroz del suelo y se lo derramé en la cabeza. Luego nos dimos la mano y la gente se reía de vernos. De pronto, se escuchó una voz muy fuerte: ¡Vivan los novios!

En la cena, nos sentaron juntos y jugamos a correr entre las mesas. También nos dieron chocolatinas. Y como casarse dura mucho, cuando empezó el baile yo ya estaba rendida, así es que papá fue a por el cochecito y allí me recosté. Cuando abrí los ojos, estaba en mi cuna, con mi oso de peluche y mis estrellitas de colores en el techo. Lo pasamos bomba, pero esto de casarse cansa mucho y al día siguiente te duelen los pies de los zapatos nuevos. Yo mejor me quedo soltera, como dice mi tía Elena.

Probando, probando...

Ayer, estrené orinal y, además, me hice sangre en la boca.

Resulta que he aprendido a bajarme el pantalón del chándal, quitarme el pañal, buscar el orinal de plástico y sentarme. Y ayer, quería darle una sorpresa a la abuela, pero como soy pequeña y todavía no controlo eso de andar con los pantalones en los tobillos, pues se me enredaron los pies y me caí. La abuela se asustó mucho al ver que me salía sangre del labio; pero no fue nada, me lo pillé con el diente. Al rato, cuando se me pasó el berrinche, volví a intentarlo. Me llevé el orinal al salón y me senté. Me levanté y miré. Volví a sentarme, me levanté y... nada. Entonces me quedé allí sentada, con los pantalones en los zapatos y mi cuento de pingüinos. De pronto, me levanto, agarro el orinal y me lo acerco a la cara: ¡Mira!, había dos gotitas en el fondo. Arrastro los pantalones (esta vez con pasitos cortos para no caerme) y me voy a la cocina para enseñárselo a la abuela. El caso es que, cuando ella miró, las gotitas habían desaparecido (seguro que se me cayeron por el camino). La abuela me llevó otra vez al salón y me dijo que siguiera intentándolo. Luego, me puso el video de Pocoyo para que estuviera entretenida mientras ella hacía el cafelito.

Cuando pasó un rato, como ya me dolía el culillo, me subí el pantalón y estuve jugando con las fichas de hacer torres. Hasta que, de pronto, noto que algo me baja por las piernas. Miro el orinal y está vacío.

Vaya, esto de hacer pis donde se debe no lo controlo todavía; pero bueno, seguiré probando.

Sociable

Ya llevo dos semanas en la guardería, que se llama “Los Peques”. Me lo paso muy bien allí, porque juego con los niños y me lavo las manos sola.

Mamá estuvo hablando con la ‘seño’, para ver cómo me porto en clase. La seño me miró sonriente y dijo que yo era una niña muy sociable y mamá puso cara de contenta. Yo creo que ser sociable tiene algo que ver con la plastilina, porque es lo que mejor se me da. La aplasto contra la mesa y fabrico trenes. Los trenes son muy fáciles de hacer, sólo hay que restregar la ‘plasti’ hasta que se forma un macarrón. Claro que yo ya sabía cómo eran porque me había montado en uno con papá. Los trenes son muy chulos y te llevan a ver a los abuelos de Córdoba.

Cuando mamá se despidió de la seño, estuvo mirando la cartilla de diario que llevo en la mochila; donde dice lo que como, si duermo la siesta, si hago caquita, si he tosido, si he llorado… Como hoy, que me puse a bailar dando vueltas en la clase y de pronto me caí al suelo; todo se movía y me dolía el brazo, pero se me pasó enseguida. También nos han hecho un test que se llama “Bip de Inteligencia”; había botones para apretar y se encendían colores. Papá también ha visto la cartilla donde dice: “Activa y participativa”, y se puso contento. Luego sonó el teléfono; era la abuela preguntando por mí. Mamá le contó eso de que soy muy sociable y que he merendado pan con aceite y fruta. La abuela quería hablar conmigo y mamá me pasó el teléfono. Me preguntó si estaba contenta en el ‘cole’ y le dije que sí. Quería saber cómo se llamaba mi amiga y le conté que Ana (es la niña que me arranca la goma de las coletas cuando llego). La abuela dijo que vendría a verme cuando saliera del trabajo y que me traería una caja de plastilina nueva.

Luego, estuve con Papá en el súper y me monté en el carro de la compra. El súper me gusta mucho porque hay pasillos llenos de latas, galletas y colonia. Cuando estábamos en la cola mi padre dijo: ¡Mierda, la comida del perro! Y tuvimos que atravesar el pasillo a toda velocidad, como si el carro fuera un coche. Me reí mucho. A Darwin, nuestro perrito, le he dejado unas cuantas barritas de plastilina en su comedero de perro, para que sea sociable como yo.

Cole nuevo

Ya he dejado la ´guarde´. Mamá está muy contenta con el boletín de notas: bien en todo. Aunque tengo que trabajar en “cerca” y “lejos” que parece que no los tengo muy claros, será porque cuando voy a visitar a la abuela ´Malalena´, me duermo en el tren y me parece que Córdoba está aquí al lado.


Ahora, por las tardes, me voy con mi tita Elena a la piscina y me lo paso muy bien. La abuela es muy pesada y siempre está diciendo que me echen cremita y tengan cuidado con el sol, que soy muy blanca y me puedo quemar. Yo la miro y le digo: que siiiiiiiiii. Y ella me hace cosquillas y me dice que me va a comer ´toa´ entera.


El año que viene voy a otro ´cole´, porque ya soy ´glande´; en septiembre cumplo tres años. Además, ya no tengo pañales, sé soplar cuando la sopa quema y pinchar las croquetas con el tenedor. También, sé los números en inglés, y los colores: “yellow pencil”; me lo enseñó el Chikimonkey de la ´guarde´, que es un “lombre” que se vestía de muñeco.


Hace unos días fui con mamá a una “ruñión” que había en el ´cole´ nuevo. La profe le dijo que no me diera ninguna comida triturada, para que la lengua se coloque en todas las posturas y así me cueste menos trabajo pronunciar las letras. Me enseñaron mi clase y el patio, que tiene árboles y hormigas. Dice la seño que no venga nadie a vernos en la hora del recreo, porque si no, nos pasamos todo el rato mirando a la verja y no jugamos con los niños. Y mamá dijo que vale, que se lo dirá a la abuela. También dijo la ´seño´ que, de ahora en adelante, cuando me digan “No” tiene que ser “No”, para que yo comprenda; pero yo no lo veo tan difícil…Ah, y que me dejen abrir y cerrar la mochila sola, para la autonomía. Luego, la seño me cogió en brazos y me preguntó qué cosas me gustaban. Le dije que pintar, jugar con los muñecos y el Orozco; mi padre lo pone siempre en el coche y yo canto fuerte: “loquetuquieras soy… por ti sería capaz dedespega relmar-r. Sería capasssssssss”.


Cuando mi perro Darwin se pone nervioso, yo le canto el Orozco y se “mueme”.

Moquitos en los ojos

He pasado el día con la abuela. Me llevé un bolso con toallitas, agua, dinero de mentira y el cacao de Disney. A mí me gusta pintarme los labios con el cacao, como hace la tita Elena.

Estuvimos en el parque, dándole de comer a los pollos. Me subí en el tobogán y me llené los bolsillos de tierra. Jugar con la tierra está chuli, porque se te escapa entre los dedos y puedes tirar puñaditos al aire. También se remueve con un palo, como si fuera comidita. Los mayores nunca juegan con la tierra, porque tienen que trabajar y si se manchan les riñe su ´efe´.

Luego, estuvimos en una tienda. La abuela iba a comprarse un sujetador y yo le dije que quería otro; pero ella dijo que no, que mejor me compraba un globo. Con la abuela me lo paso muy bien, porque me dice cómo se llaman las cosas que no conozco, me cuenta cuentos -como el de los tres cerditos- y nos despedimos de las nubes viajeras. Y claro, cuando papá viene a recogerme para volver a casa, me pongo un poquillo triste y, sin querer, me salen moquitos de los ojos; y a la abuela también.

Un día de perros

Mamá está en el trabajo. Y, al final no le hemos llevado la ´comira´ porque dice que no le gustaban los macarrones. Estuve todo el día con papá, haciendo las camas y fregando los platos. Luego, nos fuimos al Banco, que es un sitio donde la gente hace cola dando golpecitos en el suelo con el pie. También compramos fruta en la frutería, y ´pienso´ para el perro en la tienda de animales. A mí no me gustan las tiendas de animales, porque hace mucho calor. Además, los cachorros están en jaulas y nadie juega con ellos. Mi padre me subió en brazos para que viera los perritos del escaparate. Había uno muy chico que lloraba porque quería con su mamá. Yo quería contarle un cuento, pero cerraba los ojos y no me miraba. A mi perro, Darwin, tampoco le gustan los cuentos, por eso cuando empiezo, se da la vuelta y se mete en su casa, ´enfarao´. Dice papá que es porque le hablo muy fuerte.

Mamá llegó diciendo que había tenido un día de perros, como nosotros.

He comido pasta.

Y me hago pipí.

Estoy malita

Me duele la ´barganta´ y papá me ha llevado al médico. A mi no me da susto el médico, porque me regala la palita de mirar la boca y me manda medicinas que saben a naranja.

Todavía tengo fiebre y dice la abuela que es por el helado. Me gustan mucho los helados. Se comen pasando la lengua por encima de la galleta y te llenas la barbilla y la nariz. A Sarita también le gustan. Su madre le compró uno de chocolate y se le cayó.

Hoy, Sarita ha venido a verme y le he dicho que me ´guele´ aquí, y que tengo fiebre. Me ha traído un Mickey para que juegue y me enseñó la pupa que se ´hició´ en el parque.

Luego, se puso contenta porque le dejé que pintara en el cuaderno que me trajo la tita Elena y estuvimos viendo “La Cenicienta”.

Sarita es mi amiga, porque tiene coletas como yo. Y ya no me ´acuerro´ de más.

Las cosas de mentira

Pronto cumpliré tres años y me han comprado un dormitorio nuevo; es chuliiiiisimo. Tiene dos camas, una para que yo duerma y otra de mentira. La de mentira está debajo y mamá la saca para arrimarla a la mía y que no me caiga; pero no duerme nadie; y no lleva colcha ni almohada. También tengo un mueble con cajones para guardar los juguetes, una estantería y una percha. Los hombres que trajeron los muebles me preguntaron cómo me llamaba. Les dije que Aroa Lara Jiménez guapa; como me dijo la tita. Y ellos se reían. Los mayores siempre me preguntan cómo me llamo y ya estoy ´cansá´. Además, me regañan si me meto el dedo en la nariz y yo les digo que es que tengo un moquillo. Y para que vean que es verdad, luego se lo doy.

Estoy muy contenta con mi cuarto nuevo. Me han pintado las paredes de ´verre´ y la abuela me regaló un sol que se enciende aunque sea de noche. Ella dice que yo también soy un sol y yo le digo que la quiero ´mil´.

A veces no me gustan los mayores, dicen muchas mentiras. Por ejemplo, ayer, mi padre me dijo que si me lo comía todo me llevaba con la abuela. Yo no quería más tortilla, pero me la comí y luego no me llevaron, porque dice mamá que ya era muy tarde; y por eso lloré. Los niños lloramos de verdad, hacemos mucho ruido y nos tiramos al suelo. En cambio, los mayores lloran de mentira, sólo aprietan los ojos para que salgan las lágrimas y cuando les preguntas: “¿qué te pasa?” Siempre dicen que nada.

Cuando yo aprenda a decir mentiras y a llorar sin hacer ruido, ya soy ´glande´.

Los cuentos de la abuela

La abuela sabe muchos cuentos, se pasa el día contándome cuentos. Ayer, por ejemplo, yo no quería más sopa y la abuela me dijo que me iba a contar el cuento del niño que no quería comer y se quedó muy chico; tanto, que iba por la calle ´asustao´ porque la gente no lo veía de chico que era y podían pisarlo. Y luego, ´venió´ el médico y le dijo que le iba a poner una inyección para que comiera y se pusiera grande, y el niño empezó a llorar: Muaaaa. Muaaa. Y su mamá le dijo que si se lo comía todo, ya no le pinchaban.

Luego, estuve un rato en la bañera, jugando con los muñecos. Y como no me quería salir del agua, la abuela dijo que me iba a contar el cuento de la niña que no se quería salir de la bañera y por eso se puso malita y tosía y se le arrugaron las manos. Y ´venió´ el médico y dijo: a esta niña hay que ponerle una inyección porque tiene fiebre. Y la niña lloraba y lloraba: Muaaa. Muaaa. Y dijo que ya iba a ser buena y el médico se fue.

A mí no me gusta mucho que me corten las uñas de las manos porque me da miedo de las tijeras, entonces la abuela me contó el cuento de la niña que no quería cortarse las uñas y se le ´ponieron´ tan largas que le llegaban a la pared y se le clavaban en el suelo y no podía moverse y vino el médico y dijo que si no se cortaba las uñas que le ponía una inyección con una aguja laaaaga, larga.

A la hora de dormir, me dio por jugar en la cama, porque no tenía sueño y no quería cerrar los ojos porque si no, no veo. La abuela se enfadó un poquillo y me dijo que me iba a contar el cuento del niño que no se quería dormir y por eso tuvieron que llamar al médico, para que le hiciera así: clic, clic, y le cerrara los ojos con una llave, y luego no podía abrirlos y por eso llamaron al cerrajero. Uy, qué susto.

Mañana le voy a decir a la abuela que me cuente un cuento; el de la abuela que no le quería comprar más ´chuches´ a la niña, Y por eso la niña llamó al médico para que le pinchara y el médico dijo que si no le compraba, por ejemplo: una fresita, un ladrillo, dos moras y un paquete de gusanitos, le pinchaba en el culo a la abuela.

¿Dónde viven?

El cepillo vive aquí, en el vasito de muñecos del cuarto de baño. Cuando termino de lavarme los dientes, lo ´guarro´ en su casa.

Tengo una tortuga que se llama Cheli y vive en un plato con agua. Mamá dice que le compraremos una casa nueva, porque los platos son para comer. Mis juguetes viven en el baúl y las zapatillas en el armario; hoy las dejé tiradas en el salón y mi perro se las llevó en la boca, por eso han pasado la noche en la terraza y se ´ponieron’ tristes.

Estuve una semana en casa de los abuelos de Córdoba. Hacía mucho calor y nos fuimos al campo, donde había una piscina y campo. Allí, las hormigas viven en su agujero y el Becan en su caja de perro. Mamá llamó para preguntar si me porto bien y le dije que no, que no le hago caso a la abuela y que me hice pipí en la cama. Ella dijo que si no soy buena ya no me voy más a Córdoba, entonces le ayudé a la abuela a guardar las cosas en sus casas: el cuaderno de pintar vive en el cajón de la cocina, las pinzas de la ropa en el tendedero y la leche en la nevera. Encontré una pelota que vivía debajo de la cama y estuve jugando con ella en el patio.

He vuelto a casa en el coche de papá, que él le llama ‘El huevo’, con la sillita de paseo, la maleta, las bolsas, el cajón de mi perro y unos dulces para mamá. Guardamos el coche en su casa, que es el garaje. El Becan se quedó en Córdoba porque tiene este ojo malo: es que le arañó la Chispi. Le dije a mamá que la abuela me había dado muchos besos y que me dijo que los guardara hasta la próxima vez que nos veamos. ¡Anda! ¿Y los besos dónde viven?

Infantil

Ya estoy en infantil.

Infantil es el cole nuevo. Al entrar en clase hay una percha bajita para colgar la mochila con el desayuno; en la mía hay una foto que pone: “Aroa”. Cada día toca una cosa diferente: los lunes, fruta; los martes, bocadillo; los miércoles, libre; los jueves, yogurt y los viernes no `mecuerro´, pero mamá lo tiene apuntado en la nevera.

Mi seño tiene gafas de seño y se llama Ana. El primer día de clase se enfadó porque algunos niños no habían traído el material para trabajar. En mi clase está Carlos, Francesca, Sara y más niños. A ´Juanantoñio´ no lo conocemos, porque todavía no ha venido.

Me han apuntado al comedor. En el comedor hay mesas, sillas, fruta, zumo y una seño que me ayuda con la cuchara: se llama Carmen y me pone la mano así debajo de la barbilla, para que no me manche. El otro día no tenía más ganas de comer y ella me dijo que los garbanzos que se quedan en el plato se ponen tristes, porque quieren estar con sus amigos en la barriga de Aroa. Pobrecitos, pobrecitos… Y me los comí. Al rato, me dio una arcada y salieron todos al pasillo. Entré al lavabo porque el semáforo de la puerta estaba en verde y eso es que no tengo que esperar. Hice pipí y me lavé las manos y la cara. Cuando volví al pasillo ya no estaban los garbanzos porque se los habían llevado en la cubeta de fregar; pobrecitos, pobrecitos…

El próximo día que haya garbanzos me los voy a comer todos y les voy a cantar la “cansón” que aprendimos en clase:

“Des-pa-ci-to y sin em-pu-jar, mi amigo va delante y yo voy detrás”.

Pobre otoño

¾Abuela, ¿tú sabes que el otoño siempre llega tarde a ver las hojas?

¾Vaya, pobre otoño…

¾El hombre del cole barre las hojas del patio, las mete en una bolsa y se las lleva a la basura; por eso el otoño se pone triste.

¾Claro.

¾¿A ti te gusta el otoño, abuela?

¾Sí, aunque me gusta más la primavera.

¾¿Por qué?

¾Porque viene el sol, juega con las flores y las hace crecer.

¾El sol es bueno ¿verdad?...

¾Sí, muy bueno.

¾¿Y al sol le gustan los cuentos?

¾Mucho.

¾Pues yo sé uno de un zorro, un lobo y una tortuga que se fueron al cine, y como la tortuga era muy pequeña y no veía se puso de sombrero, y cuando venga el sol se lo cuento.

¾Muy bien.

¾Abuela…, pregúntame si te he traído una ´sompresa´.

¾¿Me has traído una sorpresa?

¾Sí, mira… (saca algo del bolsillo). He salvado una hoja de la basura.

¾Vaya. Qué bonita es... Se la vamos a guardar al otoño para que la vea…

¾¿Por qué no le contamos un cuento a la hoja?

¾Claro que sí, mi tesoro. Ven, que te voy a rascar un poquito la espalda mientras inventamos un precioso cuento para esa hojita.

Mi muñeca y "así"

Las mamás se llaman mamás porque siempre están regañando. Mi mamá dice que la sopa no se come “así”: sssffffff; que se come “así”. Ella quiere que me lave las manos “así”, pero yo me las lavo “así”. Por eso me gusta que me lleven con la abuela. Las abuelas no riñen tanto y te compran juguetes y ´chuches´, aunque te dejes comida en el plato.

La abuela me compró una muñeca que parece un lápiz. Cuando le cambio la ropa se le salen los brazos y las piernas, y por eso se la llevo a que la arregle. “Ay, la pobre…”, dice ella, y le coloca todo en su sitio. A veces, cuando la peino, se le cae un poquillo el pelo. La abuela quiere que le haga una coleta, pero a mí me gusta “así”. El otro día la ´costé´ en una caja de zapatos y la tapé con una servilleta. Como no cabía bien, le quité las piernas y le puse la tapadera para que durmiera la siesta. Luego, la abuela y yo nos fuimos de paseo y me compró unas pegatinas que se ponen en el brazo “así”; como los “tatu”. Le guardé una a mi muñeca, aunque no ´mecordaba´ dónde la dejé. Por eso, al día siguiente, no me la pude llevar al cole. Se lo conté a la seño y ella se cogió la barbilla “así”. Yo la imité; a ver si “así” consigo recordar dónde puse a la pobre.

"Parches"

Me han regalado un ratoncito que se llama “Parches”, y duerme conmigo.

Dice la tita Vero que los ratones se cogen por el rabo, se abre la otra manita y con mucho cuidado se colocan encima para no lastimarlos.

A Marcos le gusta mucho mi ratón. Y me ha dicho que si se lo presto me enseña a comerme las uñas. Las uñas se aprietan con los dientes y se tira así; pero luego te duelen los dedos y ya no las encuentras, porque las uñas se muerden y se escupen.

Mamá dice que los Reyes no le traen juguetes a los niños sin uñas y que, igual el mes que viene, en vez de un órgano con asiento, un tobogán bajito, un perrito con maletín, una casa de muñecas y los patines, me dejan un saco de carbón. Yo todavía no sé lo que es el carbón, aunque no me gusta la palabra; hay otras palabras que no me gustan, como por ejemplo “bigote”.

Ayer, me llevé a Parches al colegio y estuve jugando con él en el recreo. Lo lavé en la fuente y le hice una cama con las hojas que se caen de los árboles; había muchas en el patio. Cuando la profe sopló el silbato para irnos a la fila, no le hice caso, por eso me quitó el ratón, le sacó las pilas y se lo guardó en el bolsillo.

Le voy a decir a la profe que si me devuelve a Parches le enseño a comerse las uñas.

Lo que aprendo de ti

Abuela ¿hoy no vamos al ´súper´? No; es domingo. ¿Domingo? Sí, tesoro. Los domingos no abren las tiendas. ¿Por qué no? Porque el domingo es un día de fiesta y la gente no trabaja. ¿Mamá tampoco? Tampoco.


Abuela ¿y qué hacen las gallinas cuando es domingo? Pues…, se tumban al sol, se limpian las plumas y esperan a que los niños les traigan pan. ¿Porque es domingo? Sí, porque es domingo. ¿Y el domingo tiene amigos? Claro. Cómo se llaman. Pues hay uno que se llama lunes y es un perezoso. ¿Por qué? Porque no se quiere levantar para ir al cole. Luego está el martes. ¿Al martes sí le gusta el cole? Sí; los martes hay cuentacuentos. Ah, venga, sigue. El miércoles y el jueves son los amigos divertidos del domingo, y nunca se aburren. ¿Por qué no se aburren? Porque esos días son los que le toca a papá recoger a la niña del ´cole´. Y qué más son los amigos del domingo... Bueno, pues el viernes y el sábado viven muy cerquita del domingo. ¿En su calle? Sí, viven en su calle, y se prestan las bufandas cuando hace frío.


Pues cuando yo sea ´glande´ me gusta el domingo.

La "E" de papá

Me gustan mucho las letras y ya sé escribir la “E” de papá. Hay que pintar un palito y luego le ponemos los dientes. Entonces, ya tenemos la “E”.

La “E” es una palmada. Y Esaú, que es como se llama mi papá, son cuatro: E-sa-ú-ú. Pero yo le llamo ´papi´.

La seño nos enseña los sonidos con palmadas y luego cantamos la canción de la babosa:

“Mira qué cosa

parece una babosa…

¿Será venenosa?

¿La piso o no la piso

con mis zapatitos rosa?

¡Pun! La pisé.

Pobre babosa,

no era venenosa,

pero era asquerosa.”

Hoy nos han repartido el cuento de los superhéroes. Yo soy una investigadora, como Olfatín, Ojazos, Oidor, Manitas y Gustadora.

También tenemos que buscar nuestros superpoderes. Dice la seño que unos dan los mejores besos; otros, los abrazos más amorosos; otros cuentan los mejores chistes…

Mis superpoderes son andar con los tacones de la abuela, pintarme los labios a escondidas de mamá, estudiar las palmadas de la seño y la “E” de papá.

He castigado al osito, al pollo y a la Corine

Ayer, mamá se llevó un buen susto. La seño la llamó por teléfono para que viniera al cole, porque me dolía mucho la nariz. Le dije: “Seño, me duele esta nariz”. Y ella me miró dentro, pero no vio nada.


Me eché en la mesa y, como no se me pasaba, me puse a llorar. Por eso vino mamá a recogerme. Me cogió en brazos y le dije: “Me duele esta nariz”, y otra vez lloré.


Cuando llegamos a casa, mamá me tumbó en el sofá, buscó una linterna y me la puso en la nariz. Luego dijo: ¡Ay! Y llamó corriendo a papá. Papá me sujetó las piernas y los brazos, porque yo daba muchas patadas y lloraba. Y mamá trajo las pinzas.


Las bolas que se caen de los árboles del cole no se meten en la nariz, aunque te lo diga Marcos. Por eso he castigado al osito, al pollo y a la Corine. Los he metido en el cajón de los juguetes, aburridos, sin ver ni al capitán Garfio, ni el tesoro, ni a la Wendi de Peter Pan.


He dormido con las botas, porque cuando estás malita te dejan dormir con las botas de agua puestas.

El globo triste

Veeen, cariiiño… ¿Qué ´tecurre´? ¿Estás un poquillo triste porque ayer se explotó tu amigo? Chico… No llores… Dame un besito. Y no te pongas nervioso que tenemos que esperar a mamá para ir al Parque. Estate quieto, anda…


Vamos a jugar un poquito, pero me tienes que dar la cuerda, que luego te escapas de la mano y me enfado.


A ver, que te voy a poner un nombre que empiece por… “A”. A-A-A… ´Alejando´ ¿Te gusta? Te llamarás “A-le-jan-do”


Arriba…, abajo…


No entres a la cocina que esta la abuela guisando y te puedes quemar. Se juega en el salón, y luego se recogen los juguetes y se guardan en su sitio ¿vale?


Ven acá… Oye, ¿qué haces…?


¡Abuela! A este globo no sé lo que le pasa. Se ha subido al techo y no se quiere bajar de ahí.

Arrugas en la nariz...

La abuela dice que los niños que siempre se están quejando se ponen muy feos. También se ponen feos los niños que se enfadan si la seño no cuelga su dibujo en el tablón. A mí me gusta pintar, por eso ´medalomismo´… Quejarse es arrugar la nariz, señalar con el dedo y protestar porque Gloria se ha colado en la fila de subir al tobogán

Algunos mayores se quejan todo el rato y les salen arrugas en la nariz.

En el parque, los niños se ponen muy feos cuando lloran por las chuches o porque no encuentran un palito para meterlo en el hormiguero. Las hormigas nunca se quejan, aunque les tapes la entrada de su casa con el dedo; se quedan ahí, con su pipa en la cabeza, esperando a que los niños se cansen y les dejen hacer su trabajo.

Hoy, había una niña grande en el columpio del parque. Llevaba mucho rato paseándose y no me lo prestaba. Entonces miré a la abuela con cara de ´enfadá´, y ella también me miró, como diciendo, “cuidado con las arrugas en la nariz”. Y me puse a saltar hasta que la niña se cansara del columpio.

Trastadas

Hacer trastadas es sacar la goma del pelo y liártela en el dedo hasta que se te ponga morado. Y luego gritar: ¡Mamá!

Hacer trastadas es ponerte en el brazo del sillón con la cabeza hacia abajo, levantar las piernas y antes de pegarte el cabezazo, gritar: ¡Mamá!

Hacer trastadas es abrir una pinza de la ropa y pillarte el labio. Y cuando ya te duela mucho y no puedas aguantar, gritar: ¡Mamá!

También es una trastada vaciar el bote de colonia en el suelo, quitarte los zapatos y saltar en el charco para que te huelan bien los pies. Si te escuecen, puedes gritar: ¡Mamá!

La tita Vero trabaja en un hospital de animales y me ha llevado a ver a la Chispi, que tiene una pata rota. La Chispi vivía sola en la calle y es una perrita muy traviesa. La tita Vero se la llevó para cuidarla, porque si no tienes mamá no puedes hacer trastadas.

La niña de "O"

Estoy aprendiendo las letras. Las letras hay que dibujarlas con el lápiz, pillándote la lengua con los dientes para que salgan bien. Algunas letras son muy difíciles; otras no. Por ejemplo, la “O” es muy sencilla y se parece a una pelota. El sol también es una “O”, pero con pelitos y barba. Me gusta mucho la “O”; si le pintas ojitos y boca se pone contenta.


La abuela ha venido al cole a recogerme y le enseñé la ficha llena de “Os”. Me dijo que estaba muy bien y me preguntó por las otras letras. Entonces, agaché la cabeza sin contestar y arrastré la cartera por el suelo. La abuela me cogió en brazos, me miró como pensando..., y dijo: “La “O” es una letra muy bonita y la has dibujado muy bien; estoy muy contenta. Ahora tienes que pintar a sus amigos, para que la “O” no se aburra. Y como yo seguía sin decir nada, la abuela me bajó al suelo, me dio la mano y en el camino a casa me contó el cuento de las letras aburridas… “Había una vez una niña que estaba aprendiendo las letras, pero sólo le gustaba la “O”. Jugaba con ella todo el rato y siempre pintaba la “O”: O-O-O-. Un día, aparecieron las otras letras y le preguntaron porqué no jugaba nunca con ellas. Entonces la niña se cruzó de brazos, levantó la barbilla y dijo: porque sois un poquillo feas. ¡¿Feeeas?!- Protestó la “e”. Y todas las letras se pusieron a llorar. El lápiz, que había escuchado a la niña llamar feas a las pobres letras, se levantó de la mesa, buscó otro papel y se afiló la punta: “Venid, venid, que vamos a hacer magia…”. Las letras saltaron por encima de los muebles y aterrizaron en la mesa del comedor. Estaban tan contentas que no paraban de bailar; y la “i” casi pierde su sombrero... De pronto se escuchó un silbato y las letras se pusieron en formación; una pegadita a la otra. Cuando las letras se juntan dibujan palabras y cuentan muchos secretos; pero como a la niña sólo le gustaba la “O” pues se quedó allí, aburrida, sin saber lo que decía aquel cuento tan chuli que dejaron las letras en el papel”.

La siesta

La siesta se duerme en la cama, con los pies rectos y los ojos cerrados. Si escuchas un ruido puedes abrirlos, pero sin moverte, porque si te asustas la siesta se va. Después de comer, los niños tenemos que dormir la siesta y descansar, para que vengan los sueños y podamos jugar con ellos.


Los sueños viven en la cabeza, en el país de los sueños. Allí hay sueños buenos y otros que son malos. Los sueños malos se llaman pesadillas, porque son muy pesados y asustan a los niños, por eso te despiertas llorando.


Algunas veces, a la hora de la siesta, la abuela me rasca la espalda y me canta una canción: “Mi niña es muy chiquita, no tiene cuna, su padre es carpintero, le va a hacer una…”. Y como a la siesta también le gusta esta canción, las dos nos dormimos enseguida.


Un día, a la hora de la siesta, a la abuela se le olvidó poner los cojines y la silla, por eso me caí de la cama. Me di la vuelta y se escuchó ¡plof! Y cuando vino la abuela no me encontraba.


Voy a dormir la siesta con los ojos abiertos, para no caerme de la cama y para ver lo que sueño.

Un poquito de mí

Como todos me quieren tanto, me han pedido un poquito de mí. El culillo de atrás es del abuelo Antonio, y el otro de la tita Elena. A papá le gusta morderme los mofletes, por eso se los di. Los ojos son para mamá y el pelo también (me encanta que me peine los moños). El tito José me pidió la barriguilla, y la Silvia las tetillas. Al abuelo Paco le di las orejas y las piernas, y a la abuela Magdalena la boca y la nariz. El tito Paco y la tita Vero me han comprado unos calcetines muy chulos, por eso les di los pies (uno para cada uno).


Hoy no he ido al cole, porque tengo tos. Dice la abuela que al toser hay que taparse la boca con la mano para no echarle los ´micobrios´ a la gente. Me he tomado el jarabe, y ya sé sonarme la nariz: se cierra la boca y se sopla así, para que salgan todos los moquillos. Me gusta estar malita y quedarme con la abuela en el sofá viendo a Flor, Tambor y los amigos de Bambi, que están en el youtube. Dice la abuela Mercedes que yo soy lo que más quiere en el mundo, pero que está muy triste porque todavía no le he dado nada de mí. Entonces, la he abrazado fuerte, y le he dicho: Abuela, ¿quieres los mocos?...

Oh, oh...

Estoy aprendiendo a vestirme sola…


Las camisetas son muy fáciles de poner. Metes la cabeza y si no encuentras las mangas, te la dejas así, colgando del cuello; hasta que venga alguien y te ayude. Con los pantalones me lío un poquillo, porque meto las dos piernas en el mismo sitio y luego no puedo andar. Pero bueno, ya aprenderé.


He descubierto que antes de ponerme el abrigo hay que sujetar el puño del jersey para que no se escape. Luego, se mete el otro brazo, y es ahí donde me pierdo… Empiezo a dar vueltas sin encontrar la manga, y por eso me mareo. De los abrigos sólo me gustan los botones. En invierno, hay que colocar cada botón en su agujero, para que no entre el frío en el cuerpo; aunque yo los abrocho como quiero, y siempre me sobra un ojal o me falta un botón.


Lo que más me gusta son los tacones de la tita Elena. Como sobra mucho espacio detrás, puedes meter el batido, el bocata, o el tubo de las pompas de jabón.


Esta mañana, me he vestido sola. Oh, oh… Creo que las braguitas no van por encima del pantalón…

La foto

La seño nos ha pedido una foto, porque quiere hacer un libro y que todos conozcamos al papá, a la mamá y a los hermanos de los demás niños.


Yo le he llevado una. Estamos en un banco del parque. Papá, está muy estirado y gracioso. Tiene a Darwin a su lado. Darwin mira a la cámara pero no sabe lo que es una foto porque es un perro. Luego, aparece mamá, que siempre sale muy guapa. Mi mamá tiene el pelo negro, pequillas en la nariz y no se pinta la cara con maquillaje. Como es muy blanca, ese día se había quemado un poco con el sol y por eso tiene los hombros y la cara rosita. Luego estoy yo, sentada encima, con unas coletas muy tiesas y un chándal morado que me gusta mucho. En las fotos hay que sonreír, para que vean que estás contenta. Lo que pasa es que el fotógrafo tardaba mucho y casi se me queda la boca encajada de esperar. En el banco aparece mi pollo. No es un pollo de verdad, pero me lo regalaron cuando el mío se fue al cielo. Lo que yo no entiendo es cómo ha podido subir al cielo con lo pequeño que era mi pollo y lo lejos que está el cielo. Pero bueno, dice papá que ya me lo explicará cuando sea grande.

Por los puntitos, por los puntitos...

Yo ya sabe escribir mi nombre; mira: A R O A.


Lo he aprendido pasando el lápiz por los puntitos, por los puntitos… Y como me porto bien en el cole, la seño Rosario me ha pintado en la mano una carita sonriente; se la enseñé a la abuela y se puso contenta. Pero dice mamá que si me muerdo otra vez las uñas, me compra el veneno. Hoy, le enseñé la mano y le dije: “Mami, sólo me he comido una uña, a ver si adivinas cuál”. Y la adivinó.


Tengo gusanos de seda y les estoy enseñando a escribir. Los saco de la caja y los pongo en el cuaderno, para que vayan por los puntitos, por los puntitos… Como no me hacen caso, les he pintado en la caja una carita triste. Por la tarde, la abuela y yo nos fuimos a buscar un árbol de color morera, para darle de comer a los gusanos. Hacía mucho calor y nos compramos un sombrero. Como los árboles son muy altos y muy serios, cuando llegamos a uno de los que había en la acera, yo levanté la cabeza, me quité el sombrero y le pregunté: “Árbol, ¿eres una morera?”... Me cogí la oreja y escuché: “NOoooo…”. Entonces, seguimos buscando… Hasta que, por fin, lo encontramos y le pedí, por favor, unas hojas para que comieran mis gusanos; porque las cosas se piden “por favor”, y cuando te dicen “gracias” hay que contestar: “nenada”.


Ahora, mis gusanos han fabricado una casita de seda y se han metido dentro, porque son muy traviesos y no quieren aprender. Por eso, para cuando salgan, en vez de hojas de morera les he dejado en la caja una tarea, un lápiz y hojas con letras y puntitos.

Los cuentos prestados

En la clase, he colgado mi mochila en la percha y me he sentado en la alfombra, hasta que lleguen todos los niños. Marcos se había traído un Superman. Le dije que si me lo prestaba le contaba el cuento que traía en mi cabeza; y dijo que sí.


El cuento era de una “sapa” que vivía en un charco, y un niño se la llevó en una caja. Y ella gritaba: socorro, socorro…. También aparece el lobo, porque si no aparece el lobo, los cuentos son muy aburridos. Al final, “la sapa” se escapa, cruza la calle por el paso de “pegatones” y vuelve a su casa. Y su mamá le riñe por moverse del charco cuando ella estaba comprando. A Marcos le ha gustado mi cuento, porque se ha reído. Pero a mí no me ha gustado su muñeco Superman; lo sientas en el suelo y se queda ahí quieto, sin hacer nada.


La seño nos ha entregado una ficha. Hay que colorearla sin salirse. Luego, ella las recoge, les da unos golpecitos en la mesa para ponerlas bien y las va mirando todas, mientras nosotros guardamos los lápices. Cuando salimos Marcos me dijo que le devolviera su Superman, y yo le dije que, vale, pero que él también me devolviera mi cuento.

Odie

Me han regalado una “Nintendog” pequeñita. Tiene una pantalla donde aparece Odie, que es un perro que ladra y todo. Con el lápiz, pincho y le doy de comer, lo baño y le compro cosas. También le puedo poner música y sacarlo de paseo. Pero lo que más le gusta es jugar con la pelota. La pincho y la empujo al fondo de la pantalla, y él va corriendo y me la trae en la boca. Entonces le doy una chuche de mentira, y mueve el rabito porque está contento.


También lo puedo llamar: acerco la boca a la pantalla y digo: “Odie, ven” y viene.


Esta mañana, Odie y yo hemos jugado con el tubo de las pompas. Soplas por el agujerito y aparecen un montón de pompas de colores en la pantalla. Odie corre de un lado a otro para pillarlas. De pronto, la pantalla se ha puesto negra y me he quedado muy seria. Lo que pasa es que a mamá se le ha olvidado traerme el cargador a casa de la abuela y por eso no he podido despedir. Y lo malo es que ahora no se enciende la “Nintendog” y seguro que Odie me estará buscando por ahí.

La red de cazar pelotas

Como hace calor, me voy a bajar con la tita Elena a la piscina. Ya he preparado la bolsa con los juguetes. No encuentro la red de pescar y cazar mariposas, que es naranja, pero que se dice: orange (que yo me sé los colores en inglés). Me he ido al salón, a buscar a la abuela que estaba escribiendo en el “ordeador”, y le he dicho: “Abuela, no encuentro la red”. Entonces, ella se ha levantado y me ha dicho: “Sígueme”. Me he puesto las manos en la cintura y la he seguido con mis zapatillas de la chancla, como los pollitos. Al final, hemos encontrado la red de orange, que estaba en el armario del pasillo. No me voy a llevar la muñeca a la piscina porque se hunde y como sólo tenemos unos manguitos que son para mí, pues eso; que la voy a dejar costadita en su cama.


Cuando los niños van a la piscina tienen que ponerse los manguitos, cremita y una gorra para el sol. También hay que llevarse la bolsa con la toalla, la pelota y juguetes; pero de los que no ensucien el agua.


Dice la tita Elena que si no me peino y me lavo la cara, que se va a la piscina sin mí. Y por eso le hice caso.


Le he dicho a la abuela que vigile por si se enciende la Nintendog del otro cuento y aparece Odie, que le diga que ya mismo vengo, que estoy en la piscina con la red de pescar y cazar mariposas.


¡Anda! Ahora se ha metido la pelota debajo de la cama y no la puedo sacar. Voy a por mi red… Que ahora se llama: red de cazar pelotas.


¡Tita!, espera; que la pelota se ha escondido porque no se quiere poner la crema del sol.

Pepito ´Brillo´

He visto el cuento de Pinocho; que es un niño de madera que luego habla, y que se lo traga una ballena por malo.


A Pinocho le crece la nariz cuando dice mentiras y yo me sé una canción:


“Pinocho fue a pescar


al río Guadalquivir,


se le escapó la caña


y pescó con la nariz”.


El papá de Pinocho es un poquito viejo, porque tiene bigotes y gafas, pero se pone contento y baila cuando Pinocho se porta bien. Aunque, a mí el que más me gusta es Pepito ´brillo¨ que es amigo de Pinocho y sabe silbar.


Silbar es llamar a Pepito ´brillo´.


Ayer, la abuela me dijo que no me moviera de la silla, pero no le hice caso; me bajé y metí la pierna en el cubo de fregar. Como yo todavía no sé silbar y no quiero que me crezca la nariz, le he dicho a la abuela la verdad: que la cubeta no la he volcado yo, que ha sido mi pie.

No pasa ´na´

No encuentro al pato loco, porque ya me han quitado los juguetes de los bebés y me han puesto los de las niñas grandes. Ya puedo usar las tijeras de mentira, las tacitas de los ´cafeses´, las pinturas y la Nintendog (que ahora no se puede encender porque mamá no se acuerda dónde puso el cargador). También, como soy grande, me tomo la leche en el vaso de cristal; y sin pajita. Pero lo más chuli es la bici que me compró la abuela. Lo que pasa es que me he caído un poquillo y me hice una pupa en la pierna, por eso no podía andar. Las pupas son muy feas y no se pueden tocar porque lloro, por eso mamá me ha puesto una tirita de la Hello Kitty en la rodilla. Ahora, ´probo´ y la estiro, a ver si duele o no.


Dice la abuela que las pupas se curan dándoles besitos y diciendo: “No pasa na”.


Ayer, cuando salí del cole, pregunté: ¿Hoy con quién me toca? Y la tita dijo que con papá. Ah, es para decirle que no me lave el pelo cuando me bañe porque tengo una pupa en la pierna.

Un minutito

Le dije a la abuela que quiero un ratoncito como el de Marta. Me prometió que me lo compraría.


Como la abuela no me traía el ratón, hablé con ella por teléfono: “Abuela ¿me has comprado ya el ratoncito?”, y ella dijo que no, que todavía no, pero que iría a la tienda después de la siesta. Entonces, yo le dije que después de la siesta me llamara, que yo le daba al botón verde del móvil y así ella me diría que ya tenía el ratón. Y que luego me lo trajera a casa.


Cuando me estaba tomando el zumo, apareció la abuela. Me puse tan contenta que al soltar el vaso en la mesa casi lo tiro. La abuela traía una jaula pequeña, con una rueda y un comedero lleno de pipas. El ratón era igualito que el de Marta, solo que más bonito. Le buscamos un nombre: a mí me gusta Miko. Lo saqué de la jaula y lo puse en la mesa, porque no muerde. Y papá dijo que no, que no lo saque, que se puede escapar. Entonces, lo volví a meter dentro y le dije por los barrotes que era muy bonito.


Papá no quiso que Miko se quedara, porque mi perro se pone muy nervioso. “La abuela se lo lleva y la semana que viene juegas con él en su casa”, eso dijo papá.


Cuando la abuela se iba, le dije que esperara un minutito, que quería que Miko me viera hacer pipí y lavarme las manos. Cuando pasó el minutito, le dije a la abuela que me faltaba enseñarle lo que yo había pintado en el cuaderno, que esperara otro minutito. También, quería que viera las toallas que papá había tendido en el patio. Y el ventilador nuevo. La abuela me dio un beso y dijo que era tarde, que ya se iba. Entonces le pregunté si ya había pasado el minutito, porque todavía me quedaba enseñarle a Miko la manguera de regar, mi pintauñas de mentira, el pato amarillo y las zapatillas de la chancla.

Las adivinanzas

La abuela y yo hemos sacado a Darwin a dar un paseo. Nos hemos llevado una bolsa para recoger la caquita del suelo. La gente es un poquillo sucia, porque no recoge la caquita de los perros; y tira los papeles y los cigarros en la calle.


También hemos comprado chuches en el puesto de mi amigo, que me pone un banquillo para que me suba y le diga lo que quiero comprar.


Luego, nos hemos ido al parque para tomar el fresquito, y la abuela y yo hemos jugado a las adivinanzas; me las sé todas.


Verás…, pregúntame:


¾¿Quién maúlla?


¾El gato.


¾¿Quién es el que barrita?


¾El elefante.


¾¿Qué hace el caballo?


¾Relincha.


¾¿Quién croa?


¾La rana.


¾¿Quién pía?


¾El pájaro.


¾¿Y el que ruge?


¾El león


¾¿Qué hace la oveja?


¾Bala


¾¿Quién ladra?


¾Mi perro Darwin.


¾¿Qué hace la gallina?


¾Buscar a los pollos.