viernes, 2 de septiembre de 2011

Ya sé lo que es casarse

La semana pasada estuve de boda; se casaba una amiga de mi madre. Yo todavía no sabía muy bien lo que significaba casarse, aunque debía de ser algo importante, porque todos andaban comprándose ropa nueva y probándose peinados en la pelu.

Cuando llegamos a la iglesia me dieron una cestita con flores y todo el mundo me miraba. La felpa me apretaba un poco, pero me aguanté, porque mi madre se pasó un buen rato intentando ajustármela para que no se me metiera el pelo en los ojos. Sonó la música y alguien me hizo un gesto para que caminara sobre la alfombra y los novios me siguieron. Luego, me sentaron en uno de los bancos de la iglesia, que yo creo que no están hechos para niños porque se me quedaban los pies colgando. Hacía mucho calor y la gente sacaba los abanicos. Yo también quería uno y escurrí el culillo para bajarme de la banca y pedirle a mamá el suyo. No calculé bien y fui a dar con la barbilla en la tabla de delante. Me hice mucho daño y por eso lloré. Mamá me sacó fuera y me curó la herida con salivilla. Y allí estuvimos hasta que salieron los novios. La gente empezó a tirar arroz en la puerta y luego pedían a los novios que se besaran. Yo derramé en el suelo todos los pétalos que tenía en la cesta porque quería llenarla de piedras; había muchas en el jardín. Un niño vestido de azul se acercó para darme un caracol que había encontrado en el macetero y, como dice mamá que hay que dar las gracias, pues también le di un beso como el de los novios, recogí un puñadito de arroz del suelo y se lo derramé en la cabeza. Luego nos dimos la mano y la gente se reía de vernos. De pronto, se escuchó una voz muy fuerte: ¡Vivan los novios!

En la cena, nos sentaron juntos y jugamos a correr entre las mesas. También nos dieron chocolatinas. Y como casarse dura mucho, cuando empezó el baile yo ya estaba rendida, así es que papá fue a por el cochecito y allí me recosté. Cuando abrí los ojos, estaba en mi cuna, con mi oso de peluche y mis estrellitas de colores en el techo. Lo pasamos bomba, pero esto de casarse cansa mucho y al día siguiente te duelen los pies de los zapatos nuevos. Yo mejor me quedo soltera, como dice mi tía Elena.

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